LETRAS PARA LA MÚSICA «BULLITT»

LETRAS PARA LA MÚSICA «BULLITT»

“Bullitt”

        Por David Breijo

Todo el mundo ha oído o tarareado temas de Lalo Schifrin, aunque no sean El Cine ha mantenido desde el principio un vínculo muy especial con el automóvil. Puede que el tren sea el único medio de transporte que rivalice en poderío con el coche, en cuanto al fetichismo alcanzado en tantas y tantas películas. Al fin y al cabo, uno de los títulos inaugurales del Cine fue la “Llegada del tren a la ciudad”, filmada y exhibida por los Hermanos Lumière y que causó que la gente huyera espantada de la sala creyendo que iban a ser arrollados por una locomotora. Nunca habían visto nada así. Pero basta de trenes por hoy.

El tema principal de “Bullitt”, compuesto por Lalo Schifrin, sonaba en mi equipo de música. La cinta azul, oscura y mate del frío Atlántico ocupaba la línea del horizonte, mientras recorría una vía secundaria de escaso tráfico. Puede que no fueran necesarias las gafas de sol. Puede que el aroma del tabaco fuera medicamente no recomendable. Puede que a mi lado no viajara Jacqueline Bisset y el asiento del copiloto estuviera vacante. Y, sobre todo, puede que yo no fuera Steve McQueen. Pero cuando detuve el vehículo para mirar los picos blancos de la espuma en los rompientes, la magia de sentirme transportado a la costa de San Francisco aún pervivía. Me giré y contemplé mi coche. Un bonito color rojo que quizá aquella estrella de Hollywood hubiera escogido para alguno de sus deportivos en los años 60. Todos los demás parecidos terminaban ahí: mi automóvil era un modelo común de una de las marcas más populares en el mercado español. Para que hablen de la magia del Cine. Y de la música de Cine.

Lalo Schifrin, es bonaerense. Un argentino más pródigo en música que en palabras y eso ya es un dato meritorio. Su nombre va asociado, en cuanto a bandas sonoras, al Jazz. Tiene obras de otros estilos, más intimistas o sinfónicas, pero su servicio al Jazz y al Cine es equitativamente fructífero.

conscientes del nombre del autor. En un tiempo, esto sucedía sobre todo gracias a la televisión. Por ejemplo, el enervante pero lleno de estímulo tema principal de “Misión Imposible” que hoy asociamos más al cine que a la pequeña pantalla gracias a la exitosa saga protagonizada por Tom Cruise y sus acrobacias; o la dinámica sintonía de la serie de televisión setentera “Mannix”, utilizada tantas veces en publicidad o programas de radio. Son estas, obras que ya te permiten quedarte en el Olimpo de la popularidad.

Pero la obra de Schifrin para el cine se alarga también gracias a su amistad con el amante del Jazz, Clint Eastwood, que usa a Lalo como compositor de casi toda la saga de su emblemático personaje “Harry, el Sucio”. En esa colaboración, arrancan del Jazz pero evolucionan hasta fusionarlo con ritmos, afro, funk y beat a lo largo de dos décadas. Aunque, sin duda, Schifrin no hubiera llegado a musicar estas películas sin haber pasado previamente por el campo del thriller en ”Bullitt”.

Este film se ha convertido en un icono visual gracias a la apostura magnética de una estrella de trato difícil como Steve McQueen, la belleza de Jacqueline Bissett, la costa californiana, la ciudad de San Francisco en los años 60 y, sobre todo, la unión -como de un mitológico centauro- de hombre y máquina: McQueen y su Ford Mustang GT verde metalizado, que nos regalaron, tras una tensa secuencia de preparación subrayada por la música, una de las más célebres persecuciones de coches de la Historia del Cine. En ella, solo hay en la banda de sonido, efectos. Chirriar de neumáticos sobre asfalto, cambios de marcha, secos golpes de chasis. Ni una sola nota.

La secuencia de la persecución sigue siendo el corazón de “Bullitt” y un corazón que late fuerte. Los números de especialistas en cuatro ruedas también han estado ahí desde los inicios del Cine. Paradójicamente, de gran importancia en el género de la comedia, con Chaplin o Buster Keaton, siendo perseguidos por unos ineptos policías llamados los Keystone Cops. Y después de “Bullitt”, el género thriller se llenó de carreras de automóviles, cada cual más audaz, intentando batir la marca de este film y lográndolo técnicamente. Pero esta película tiene a su alrededor un halo que lo mitifica gracias a la conjunción de elementos que hemos nombrado anteriormente y a que Steve McQueen amaba los coches y las motos e intentaba realizar el mismo las acciones que otras estrellas delegaban en especialistas.

Tanto en las cabriolas a lomos de una motocicleta en la maravillosa “La Gran Evasión” como tras el volante del Mustang en “Bullitt” y más tarde en su problemático proyecto sobre las 24 horas de “Le Mans”, McQueen se empeñaba en mostrar sus dotes como conductor. Y si bien en un muy alto porcentaje de los planos logró imponerse y manejar él mismo el Mustang GT, en un par de complicados momentos clave tuvo que ser sustituido a regañadientes por un especialista, tras casi haberse llevado por delante una cámara y a su operador.

La prueba definitiva de que “Bullitt”, McQueen y su Ford Mustang GT mantienen ese magnetismo, nos llegó en el año 1997 cuando las técnicas de vídeo digital “resucitaron” a la estrella para vendernos el Ford Puma, en un spot publicitario que se volvió altamente popular y que también usaba la música de Lalo Schifrin.

Hay películas en las que los coches llegan a ser alternativos protagonistas sobre los humanos. Hay un subgénero entero de Cine que se llama popularmente “road movies” en las que los vehículos se vuelven un personaje más. Algo así ocurre en determinados momentos con “Bullitt”, cuando se produce la comunión entre conductor y automóvil. En el rodaje contaron con dos unidades del Ford Mustang GT; una terminó absolutamente machacada e inutilizada. La otra fue adquirida por un trabajador del estudio, antes de que ninguna de las partes se diera cuenta del fetichismo que ese coche iba a acarrear. Se sabe que McQueen intentó encontrarlo y adquirirlo en ocasiones, mas nunca lo logró. El coche llevó una vida de utilitario común hasta que una avería lo mantuvo fuera del radar durante muchos años. El hijo del adquiriente ya sabe lo que tiene entre manos y a pesar de las notables ofertas por el vehículo, ha decidido quedárselo por ese oxímoron llamado “razones sentimentales”.

Escojan un paisaje, aunque no tenga línea de playa, y conduzcan bajo el efecto de “Bullitt” y Lalo Schifrin. Después, me lo cuentan.