LETRAS PARA LA MÚSICA «GLADIATOR»

LETRAS PARA LA MÚSICA «GLADIATOR»

“Gladiator”

        Por David Breijo

En la película de la Historia del Cine que nos ha provisto de mayor cantidad de gifs para Redes Sociales, “Aterriza como puedas”, un niño visita la cabina del avión que le transporta junto a su familia. Suponemos que los pilotos le harán las correspondientes cucamonas; quizá le regalen un modelo de avión de juguete, le mostrarán el cuadro de mandos… Para lo que no estamos preparados (y hoy no se podría rodar probablemente) es para la pregunta que, pasándole un amoroso brazo por los hombros, le espeta el Comandante del vuelo: “dime Richie, ¿has visto alguna vez una película de gladiadores?”

“Gladiator” es la película que recuperó en el año 2000 para el gran público el cine “de romanos”. El de “hombres con faldita”. El “péplum”, que es su nombre oficiosamente oficial. La RAE define ese latinismo como “vestidura exterior, amplia y suelta, sin mangas, que bajaba de los hombros formando caídas en punta por delante, usada por las mujeres en la Grecia antigua.” Así que una pieza de vestuario, nominó a todo un subgénero del cine de Aventuras.

La épica y la emoción subrayada por la partitura del hipercreativo compositor alemán Hans Zimmer hizo que “Gladiator” fuera al péplum lo que “Titanic” al cine de catástrofes: un rebrote ocasional que dio en la diana, que atrajo a multitudes a la sala de cine, y que encumbró al creciente Russell Crowe. Desde entonces Russell ha seguido creciendo, pero más a lo ancho que a lo alto. O sea, parafraseando a Les Luthiers, de ser Russell un chico africano de alguna aldea perdida, le llamarían “Oblongo”, que significa más ancho que alto. Este viril australiano del que dicen que tiene malas pulgas (lo que me hace desear que este escrito nunca llegue a sus manos) se impuso al frente de un casting despampanante: el hoy oscarizado Joaquín Phoenix, interpretando al emperador Cómodo y su tenebrosa leyenda; la bellísima danesa (aquí, a la romana) Connie Nielsen y los veteranos británicos Richard Harris y Oliver Reed. Este último, por cierto, fallecido durante el rodaje, situación siempre problemática en una producción, aunque se trate de un papel secundario. Afortunadamente, casi toda su parte estaba rodada y “Gladiator” fue su film póstumo.

Nadie busca en el género Péplum y mucho menos en “Gladiator”, fidelidad histórica. Ni en la propia trama, ni en la interacción de los personajes que efectivamente hayan existido. Ni en secuencias en las que de dos cabalgadas se llegue de la Germania a Mérida en un tris tras. En fin, ¿quién busca eso en un género lleno de dictadores, guerreros irreductibles, campos de batalla empapados de Fuerza y Honor, esclavas (y esclavos) y… eso: gladiadores.

Otra peculiaridad del Péplum, radica en que fue utilizado con frecuencia como vehículo transmisor de valores cristianos y eso explica su popularidad en aquella España y en Italia: títulos como el díptico “La Túnica Sagrada-Demetrio y los Gladiadores”, “Ben-Hur”, “Quo Vadis” o “Barrabás”, son títulos inseparables de tantas Semanas Santas. Pero el cénit, sin duda, fue la más laica “Espartaco”, proyecto personal del recientemente desaparecido Kirk Douglas.

Europa tomó el relevo del género, tal y como hizo el spaghetti western con el western clásico y los cines de barrio se llenaron de romanos y griegos, de macedonios y persas. Y muchas veces, Roma, Esparta o Tebas fueron recreadas en Almería o Castilla. Allá por los años 80, el subgénero colisionó incluso con el cine erótico en exitosos títulos de cine de barrio y videoclub. Pero no es momento de hablar del polémico “Calígula” de Tinto Brass por si están ustedes leyendo en horario infantil.

“Gladiator” recuperó una épica lejana y se lució con la solemnidad compuesta por Zimmer  para la contundente declaración del gladiador ante el maníaco emperador: “Me llamo Máximo Décimo Meridio, comandante de los ejércitos del Norte. Leal servidor del verdadero emperador Marco Aurelio. Padre de un hijo asesinado, marido de una mujer asesinada y alcanzaré mi venganza en esta vida o en la otra.” Todo fan de corazón de la película sabe recitar estas líneas como otros hacen con la más breve de Íñigo Montoya en “La Princesa prometida” o la falsa cita bíblica del personaje de Samuel L. Jackson en “Pulp Fiction”.

El éxito aplastante de “Gladiator” trajo una revitalización del péplum y, por un tiempo, Hollywood volvió a llenarse de falditas y sandalias, con desigual suerte en títulos como “La Última Legión” (2007), “Centurión” (2010) o La Legión del Águila” (2011). Y, por supuesto, también en televisión con la reinvención del universo de “Spartacus” (2004) o la exitosa “Roma” (2005) producida por HBO. Y tarde o temprano, volverá con fuerza. No hay que alarmarse si alguien nos pregunta, brazo sobre nuestros hombros, si disfrutamos de las películas de gladiadores.