“LOS SIETE MAGNÍFICOS. Main Theme.”
Por David Breijo
Hay un puñado de temas musicales nacidos para el Cine que, con el tiempo y la sinergia de otros campos como la publicidad, la música Pop o la conjunción de ambos, han logrado el status de ser mundialmente conocidos: “Moon River”, “Baby Elephant Walk” o “La Pantera Rosa”, todos de Henry Mancini. Como veremos al hablar de Mancini, es un compositor especialmente tocado por esa estrella de la fortuna y serían perfectos ejemplos de sintonías reconocibles por casi cualquier habitante de una zona del planeta que no haya vivido aislado en una cueva los pasados 60 años.
Otro tanto ocurre con el tema principal de “Los Siete Magníficos”, compuesto para el film homónimo por Elmer Bernstein, y que desde los primeros compases ya te hace botar en tu asiento como si fueras en la grupa de un caballo. Y cuando la publicidad del tabaco estaba permitida, su melodía adornaba las idílicas imágenes de maduros cowboys domando manadas de caballos salvajes.
La épica trágica pero aventurera del film original dio buen uso de la tonada, que se popularizó a marchas forzadas y a golpe de feliz taquilla. Sus secuelas usaron fragmentos de la misma marcando un sello inconfundible, de la misma manera en que los films Bond heredaban el tema del célebre agente de aventura en aventura. Los rostros y los colts podían cambiar, pero el espíritu se transfirió de secuela en secuela hasta en tres ocasiones oficiales, remakes y series de televisión aparte. Yul Brynner, cabeza (calva) del film, estuvo en la primera secuela; el otro protagonista, Steve McQueen, declinó la invitación. Su enemistad en plató fue casi tan legendaria como la propia película y su propia estrella tan solo estaba empezando a crecer.
Elmer Bernstein fue un maestro en el uso del Jazz en el mundo de la banda sonora. “El Hombre del Brazo de Oro”, fue el primer largometraje cuya columna sonora estaba totalmente compuesta en clave jazzística, acorde con el mundo del protagonista, un batería adicto a la heroína. Con “La Gata Negra”, redundó en el mismo formato, pero esta vez para adornar la sensualidad de un melodrama oscuro que causó en su día un gran escándalo por su retrato del lesbianismo.
Pero su otro predio indiscutido fue el del Western. Y el haber sido discípulo de Aaron Copland, músico norteamericano nacido con el siglo XX, le marcó. Incluso un oído poco entrenado nota que en obras de Copland como el ballet “Billy, el Niño”, “Primavera en los Appalaches” o “Rodeo”, yace la génesis de tantas grandes bandas sonoras creadas posteriormente por su alumno Elmer. Y Mr. Bernstein, tras el arrollador éxito de “Los Siete Magníficos”, marcó una pauta en la banda sonora del cine del Oeste que no encontraría rival hasta la llegada del subgénero del spaghetti western y su profeta musical, Ennio Morricone.
Las diferencias entre el western clásico y el hispano-italiano, alcanzan lo moral y lo político, pero hasta en su banda sonora se hizo perceptible. Dónde Bernstein ponía una plena orquesta, Morricone puso combos; y dónde Elmer atronaba con el corpus de músicos, Ennio cortaba el aire con una guitarra eléctrica o un mero y amenazante silbido.
No se trata de elegir. En absoluto. Y además, es indiscutible que cuando se busca brío, decisión, espíritu de aventura y sacrificio plasmados en una banda sonora, el tema principal de “Los Siete Magníficos” sigue emocionando a través de las décadas y las generaciones.