“Summertime”
Por David Breijo
En un pasaje de su novela “Escupiré sobre vuestras tumbas” (1946), Boris Vian pone en boca de su airado protagonista la afirmación de que toda la música americana ha salido de “los negros”.
“- No lo creo. Las mejores orquestas son de blancos. […] Todos los grandes compositores son blancos.
– Duke Ellington, por ejemplo.
– No. Gershwin, Kern y todos esos.
– Todos europeos emigrados -le aseguré-. Son los peores explotadores. No creo que en todo Gershwin se pueda encontrar un solo pasaje original, que no haya sido plagiado o reproducido.”
Vian era un músico que se sentía escritor. O viceversa. Era polifacético y heterónimo. Y blanco. A veces me he encontrado con blancos que llamaban traidor a Louis Armstrong por hacer duetos con Bing Crosby o Sinatra. En fin. Lo importante es que a pesar de ese juicio de Boris Vian, la fama del prematuramente desaparecido a la edad de 38 años George Gershwin, no decrece y artistas de todos los tonos de piel posibles han grabado “Summertime”.
“Summertime” es una de esas piezas indelebles y que ha viajado desde su formato original, que no es otro que el de aria de ópera, a emblema del blues. Y, sobre todo, a pieza de jazz sobre la que improvisar y engarzar esas variaciones hechas de humo y noche.
“Summertime” es parte de una ópera llamada “Porgy and Bess”, creada a mediados de los años 30 a partir de una novela llamada tan solo en función de uno de los personajes, el tullido y pobre Porgy. Su autor Du Bose Heyward la adaptó para el libreto junto a Ira Gershwin, hermano mayor y letrista de George. La obra siempre ha sido juzgada como una visión paternalista de ciertos blancos bienintencionados hacia una parte de la sociedad negra norteamericana, a la que retratan dotada de una especie de pureza no mancillada por parte de sus dominantes. Juicios sociales aparte, la música de tan magna obra ha logrado cruzar las décadas y ser abrazada por una nómina de intérpretes de muy difícil parangón. Cite a cualquier solista de jazz de relumbrón, a cualquier crooner o dama del swing por encima de la media y hallará una versión de “Summertime”. Y de ahí a covers en manos de grupos de rock o en clave de blues, reggae y, por supuesto, góspel.
Se señala que la primera versión grabada corresponde a 1938, por Abbie Mitchell aunque, como para darle la razón a Boris Vian, ahí estaba pocos años después el más popular Artie Shaw. Shaw era un gran director blanco de big band y clarinetista, exitoso en los 30 y 40, que destacaba entre sus pares por dos valores extramusicales: uno, se decía que era un lector voraz e intelectual. Dos, se casó con Ava Gardner antes que Sinatra. Puede que sea por eso que Frankie, que picoteó en diversas big bands, nunca grabó con él.
A pesar de la calidad del libreto de los Gershwin, “Porgy and Bess” pasó sin excesivas representaciones en los Estados Unidos hasta mediados de los 50, algo a lo que no fue ajeno la portentosa edición de la discográfica Verve en 1958. La obra interpretada conjuntamente por Ella Fitzgerald y Louis Armstrong, que ha resultado canónica.
En cambio, la ópera fue más valorada en Londres, Milán o Leningrado. Puestos a ser paternalistas con los oprimidos, la Unión Soviética debió encontrar un buen material en ella para dejar con un palmo de narices a los norteamericanos. No sería la primera vez que intentaban ese ángulo, y las simpatías pro-soviéticas del gran cantante de espirituales Paul Robeson encontraban difusión a través de su música.
Despojándola de toda intencionalidad política ajena a la música, puede que “Summertime” sea la nana con más versiones registradas de la historia. Porque sí: es una nana. Y porque sí: algunas fuentes estiman en 38.000 las versiones registradas. Me atrevo a suponer que se incluyen aquellas versiones grabadas en directo.
“Summertime” hubiera podido haberse quedado en el repertorio de standards del jazz, como tantas grandes canciones, ajenas a los oídos de amantes del pop y el jazz, consumidores de música grabada solo posteriormente a los 60. Pero la adaptabilidad ya citada de la pieza y que se convirtiera en un tema emblemático para algunos, la ha hecho perdurar justamente. No hay mejor versión para demostrar tal afirmación que la gran Janis, quién gustaba de arrastrar ese quejido suyo con la pieza de los Gershwin en varias de sus actuaciones en directo. Pero es su versión de estudio la que se repite una y otra vez, eterna.
Las décadas pasan y “Summertime” sigue agregándose al repertorio de jóvenes intérpretes o valerosos amateurs. Saben que algo que ha viajado desde hace casi cien años por las voces de los citados y otros como Billie Holiday, la guitarra de Joe Pass, la trompeta de Miles Davis y que ha tentado irresistiblemente incluso a divas como Mina o estrellas del rock como Sting, ha de tener algo tan poderoso en su interior, como el primordial arrullo de una madre a su bebé, hablándole de un mundo cálido, cómodo y seguro.